El verdadero poder de Buda era que tenía tanto amor. Vio a personas atrapadas en sus nociones de pequeño yo separado, sintiéndose culpables o orgullosas de ese yo, y ofreció enseñanzas revolucionarias que resonaron como el rugido de un león, como una gran marea creciente, ayudando a la gente a despertarse y liberarse de la prisión de la ignorancia.